Y aquí estoy un día más. Con mis ojos tristes y mi efímera pero durarera sonrisa. Con mi alma libre, pero atada a un pasado imborrable. ¿Qué puede haber cambiado? Realmente mucho aunque piense lo contrario. Tengo la facilidad del poder contradictorio. El poder del cambio sin realizar éste mismo, salvo seguir mintiendo sobre algo que resulta verdaderamente ovbio. Nadie entiende nada, o almenos si lo hacen, fingen de una manera absurda cuándo están conmigo. Me dan pena los días como hoy; aún teniendo el sol afuera, todo por dentro está oscuro. Me da lástima desaprovechar segundos irremediables, observar cómo la gente pasa y yo mientras me mantengo parada. Apartarme de los problemas, hundiéndome en los míos propios. ¿Cuánto tiempo más tengo que estar esperándote, lejana normalidad? Añoro esa monotonía inocente, única y agradable. Añoro pero olvido, ¿será que poco a poco estoy acostumbrándome? ¿o quizá es tan profunda ésta agonía que tiempo atrás comenzó a formar mi nueva rutina? Ahora mismo no tengo ganas de seguir dándole más vueltas que de costumbre, o de sentirme igual que siempre por la misma causa. Sólo quiero cambiar, romper las reglas de la realidad y de la estupidez que compone el pensamiento humano, dejarme llevar y por encima de todo, ser capaz de lograr saborear la felicidad con cada milimétrica parte de mi cuerpo.