Ya no queda nada para nosotros dos, nada mas que decir. Las palabras se esfuman como una humareda y tus promesas se vuelven inservibles. Ya no me queda nada que sentir, me traicionaste cuando esperaba todo de ti. Esperaba que me confiaras todo, pues yo todo te confié de mi. Ahora veo que nada era como yo creí; ¿será que no eras para mi? ¿que yo no era para ti? ¿que no estábamos destinados a estar juntos? Quizá Dios no lo quiso así, quizá tú no me querías en tu vida. Ahora soy yo quien no te quiere en la mía.