Con actitud dominante se levantó, y se paró detrás de mí. Yo estaba casi temblando. Apoyó sus manos en mis hombros y me dijo algo así como que tenía una lastimadura en la espalda. Me sacó una cascarita con la uña. Yo me dejé. Estaba temblando. Empezó a hacerme masajes, me acarició la espalda, me dio un beso en el cuello. - No veo que te estés quejando. - dijo, soberbio. Los besos y las caricias empezaron a ser más continuadas, entonces decidí pararme y simular una despedida. - ¿A tu novia le gustará ésto que estás haciendo? - Me conformo con que te guste a vos. - Contestó