Dejó de saltar y se separó del resto para llegar a la barra del bar. Sonrisa de oreja a oreja y latidos golpeando en los oídos. Y fue entonces cuando algo caliente le rozó el brazo. Se giró inmediatamente esperando encontrarse con alguna de sus amigas, pero no. Delante de ella tenía unos enormes ojos oscuros que la miraban con seriedad. Pero no serio de aburrido, ni serio de triste o estirado. Era un serio de respeto por la importancia del momento. Serio de solemne. Así que no fue muy raro que se le congelara la cara cuando aquel chico se inclinó sobre ella y le susurró al oído. - Llevo toda la noche buscándote. - ¿Nos conocemos? – preguntó confusa cuando se separó unos milímetros de él. - Ahora sí.