Muchas veces se pierde lo que se quiere por no arriesgarse, sabiendo que esa persona tampoco esta dispuesta a hacerlo por uno; entonces es ahí, cuando la relación comienza a fallar, cuando se ven las grietas que antes no se veían o, no se querían ver, cuando realmente te das cuenta que, por esa persona que vos dabas todo, no esta dispuesta a hacerlo por vos o no sabe como hacerlo. Y es ahí una vez más, cuando fracasamos, y nos quedamos con las ganas una vez más.
¿Hasta qué punto vale la pena ser orgulloso?, ¿hasta el punto de perderlo todo?
                             
                            Desde tus ojos se ve mucho más.
A alguien tal vez no veamos 

más, o tal vez sí,

porque la vida se ríe de las 

perversiones y pone palabras

donde imaginábamos 

silencios y súbitos regresos 

cuando pensábamos que no 

volveríamos a encontrarnos.
Un día un maestro preguntó a sus discípulos lo siguiente: - ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados? Los discípulos pensaron unos momentos: - Porque perdemos la calma, dijeron. Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó el maestro. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado? Los discípulos dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al maestro. Finalmente él explicó: - Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia. Luego el maestro preguntó: - ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña. El maestro continuó: - Cuando se enamoran aún más, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor. Finalmente, no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuando están cerca dos personas que se aman. Luego el maestro dijo: - Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más, porque llegará un día en que la distancia sea tan grande, que no encontrarán de nuevo el camino de regreso.

Afortunados los que saben irse cuando ya es hora, y no se quedan como yo, estirando manos, alargando brazos, regalando vidas, empeñando sueños…
Afortunados si saben decir “no” y no aletargan las esperanzas y el cariño…

Afortunados los orgullosos inquebrantables, los leones y las aves, afortunados sean los capaces de anhelar amores nuevos, porque saben que ha expirado el espíritu de los viejos.
No pretendamos sentimientos eternos si vivimos en una sociedad al cambio constante.
                                                                             
                                      Cuanta paz me das.









Cuando hablas de más, cuando dices no, cuando sos infiel, cuando nada das,te vuelve. Cuando haces llorar, cuando discutís, cuando te crees mejor que todos, vuelve. Cuando haces la paz, cuando gracias das, cuando abrazas a un enfermo, siempre vuelve. Cuando compartís, cuando sonreís, cuando das sin esperar, también te vuelve. Vuelve todo vuelveVuelve, todo lo que das la vida te devuelve, cuando haces el mal te vuelve, y si das amor también.
Uno intenta - como puede - sonreír, demostrar que se encuentra bien y que todo pasará. Racionaliza la situación y seca las lágrimas. Se hace a la idea de que nada es eterno y mucho menos seguro - sólo la muerte -, pero no olvida…y es obvio que no olvidará, porque se quiere con la mente, las emociones, los procesos fisiológicos, los procesos mentales, el corazón, el hígado, la piel, los labios, la nariz, los ojos…y hasta el alma; cuando de verdad se quiere, se quiere hasta el alma, y uno intenta - tontamente - olvidar.
El amor es siempre nuevo. No importa que amemos una, dos, diez veces en la vida: siempre estamos ante una   
situación que no conocemos. El amor puede llevarnos al infierno o al paraíso, pero siempre nos lleva a algún sitio. Es necesario aceptarlo, pues es el alimento de nuestra existencia. Si nos negamos, moriremos de hambre viendo las ramas del árbol de la vida cargadas, sin coraje para estirar la mano y agarrar los frutos. Es necesario buscar el amor donde esté, aunque eso signifique horas, días, semanas de decepción y tristeza. Porque en el momento en que salimos en busca del amor, el amor también sale a nuestro encuentro. Y nos salva.

He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se puede hacer. Puede resultar doloroso, pero si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo. Sin duda evolucionar constituye una infidelidad, a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Tal vez cada día debería contener al menos una infidelidad esencial o una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro, una afirmación de que las cosas pueden ser no solo diferentes, sino mejores.

El enamoramiento genera inferioridad. El amado ejerce un dominio, un poder sobre el amador. Es ese poder el que lo capacita para causar daño. Suele suceder que algunos actos del que domina lastiman al dominado. Los reclamos y argumentos legales son generalmente desoídos por el poderoso. Y es allí donde el herido siente deseos de vengarse. Pero las mismas circunstancias que lo empujan a la venganza son las que le impiden concretarla. Para vengarse de alguien hay que ejercer un poder. Muchas veces el amante despechado aguarda largos años un cambio en la situación, una modificación en los sentimientos del otro, y en los propios, que le permita situarse en una posición ventajosa. Si esto ocurre, si el dominado pasa a ser dominador, la venganza es posible. Pero entonces ya no es deseada. Es decir, uno desea vengarse cuando no puede y cuando puede no lo desea. Por lo tanto, la venganza amorosa es imposible

Mis mayores éxitos fueron producto de decisiones que tomé cuando dejé de pensar e hice sencillamente lo que me parecía correcto. Aunque no hubiera ninguna buena explicación para lo que había hecho. Aunque hubiera muy buenas razones para que no hiciese lo que hice.

Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible. Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto, pero quedarme en vos. Mi táctica es ser franco y saber que sos franca, y que no nos vendamos simulacros, para que entre los dos no haya telón ni abismos.
Porque parece que mientras más te vas, menos ganas tienes de regresar. Es muy fácil dejar los pensamientos desordenados, y las necesidades básicas como principal prioridad. Olvidar que hay veces que la tristeza logra colarse por la ventana, sobre todo en estas noches de calor en que sólo queda dejarla abierta y que las luces de la ciudad entren a raudales en la habitación. Mirar las calles desiertas y darte cuenta que tu compañía para la soledad se encuentra muy lejos de aquí. Que no hay tantas estrellas, que me sobran los dedos para contar deseos. Que hay momentos en que vuelves a querer escapar, a dónde sea, el único requisito es no pensar, y no arrepentirse nunca. Esperar a que todo vuelva a estar en orden, escoger bien el andén y esperar un siguiente tren. Llenar la maleta de emociones que se quedaron impregnadas en millones de fotos, de nuevas ilusiones, y sobre todo de saber que a veces no necesitas de nadie más que de ti misma.
A veces las palabras no bastan. La vida es otra cosa. Hace falta hechos. Construir.