Somos extremistas en nuestros sentimientos.
Pasamos del amor al odio, sin escalas ni preaviso.
Juramos amor eterno y terminamos odiando de por vida.
Nos entregamos en el primer minuto y nos arrepentimos dos días después.
Un día hablamos horas por teléfono y al otro día no contestamos los mensajes.
Morimos de amor o queremos matar.
Nos reímos a carcajadas o lloramos a mares.
Ponemos barreras infranqueables o entregamos nuestro corazón en bandeja.
Y yo no soy la excepción.