Yo sé que manchar no puede, mi nombre en tu corazón.

Colores que vuelven y se van, como mi mente inerte. Este silencio presente y ausente que ronda las cuatro paredes blancas del salón. Un vestido negro, como la misma muerte, sin estrenar sobre la cama. En el piso un par de zapatos de tacón rojos y un cuerpo preparado para volar. Espero la luz del cielo que entre por la ranura de mis ojos y escucho pájaros cantando una vez más. Quizás ellos si son felices, por que están cerca del sol y del aire. Mirando el reloj todo se apresura, son agujas asesinas que no se detienen ni mirándolas con el mejor y feroz odio. Ojala pararan. Tan muerta pero a la vez tan viva, decaen mis ojos de hielo. El silencio no se oculta más entre los enredos de la noche, pero se refugia tras palabras. Frágil la locura y el delirio se aproximan. Me vienen a buscar una vez más, y esta vez, no les diré que no.