Voy a clavarte mis pupilas como si fueran chinchetas. Mandaré a mis labios de excursión por tus orejas, susurrando palabras sin sonido. Me volveré muda, hablándote con las manos que son las que mejor se entienden. Para el reloj. No me importa la hora que sea. Si es de día o es de noche, a nosotros no nos afecta. Súbete conmigo a esa montaña rusa donde el ritmo lo marca los latidos de mi corazón. Donde voy a quererte hasta la última letra de tu nombre. Porque eso es lo que me apetece hacer hoy y todos los días de mi vida.