El enamoramiento genera inferioridad. El amado ejerce un dominio, un poder sobre el amador. Es ese poder el que lo capacita para causar daño. Suele suceder que algunos actos del que domina lastiman al dominado. Los reclamos y argumentos legales son generalmente desoídos por el poderoso. Y es allí donde el herido siente deseos de vengarse. Pero las mismas circunstancias que lo empujan a la venganza son las que le impiden concretarla. Para vengarse de alguien hay que ejercer un poder. Muchas veces el amante despechado aguarda largos años un cambio en la situación, una modificación en los sentimientos del otro, y en los propios, que le permita situarse en una posición ventajosa. Si esto ocurre, si el dominado pasa a ser dominador, la venganza es posible. Pero entonces ya no es deseada. Es decir, uno desea vengarse cuando no puede y cuando puede no lo desea. Por lo tanto, la venganza amorosa es imposible